EDITORIAL: Rialp
En los albores de la historia se configuró la institución festiva como un intervalo de sacralidad en el transcurrir de todos los días; como una mímesis revividora de los gestos de los dioses; como una pausa en los afanes y labores, para dirigir la mirada hacia lo alto; como una manera de medir el tiempo y, a la vez, como un trascender de lo cotidiano; como una transformación creadora del mundo mediante el arte, bajo la inspiración del paradigma sagrado; como una donación, una ofrenda de bienes y pertenencias para entregarlos a los hombres y a la divinidad, y como una catarsis depuradora que llevaba al reencuentro del hombre con Dios, con los demás y consigo mismo, en el olvido de sí. Nos lo explica Josef Pieper excelentemente.
Nº DE REGISTRO: 261
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