EDITORIAL: Penguin Random House
Un padre y su hijo, llevando sus escasas pertenencias en un carrito de supermercado, caminan por “la carretera” de algún lugar de Norteamérica hacia el sur, a través de parajes desolados, llenos de cadáveres calcinados, de casas abandonadas, de suelos cubiertos de cenizas. A veces se cruzan con hordas de gentes armadas que se alimentan de seres humanos. El padre cuida a su hijo, explora casas abandonadas para buscar comida, se enfrenta a los agresores, busca amparo en el bosque para dormir. Y siempre huyendo de las hordas, caminando por “la carretera” que les orienta.
La narración introduce al lector en un ambiente posterior a alguna tragedia de enormes proporciones que ha causado daños incalculables, de modo que el mundo ya no es lo que era. El relato insiste en la desolación, el miedo y la huida continua. Ni los bosques ni el mar están libres de ese infinito erial en que se ha transformado la tierra. Casi no hay personas, pero al padre le queda la responsabilidad de su hijo, lo que le impide suicidarse, a pesar de que sabe que morirá pronto. Los encuentros con cabezas cortadas en casas abandonadas, con cadáveres expoliados, dan especial crudeza al libro. El tremendo relato de Cormac McCarthy se hace difícil y duro de leer, pero logra mantener cierta expectativa. Los diálogos entre padre e hijo son escasos y lacónicos, más llenos de silencios que de palabras. Hay cierta esperanza latente, a pesar de que no hay nada en este mundo calcinado y triste que invite a ello.
© Reseñas bibliográficas Fundación Troa.
Nº DE REGISTRO: 13529
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