AUTOR: PÉREZ-REVERTE, Arturo
EDITORIAL: Bibliotex
La trama es a todas luces inverosímil, pero resulta
subyugante. Una vez más, me sorprende la capacidad de Arturo Pérez-Reverte para contar una historia. Tal vez tanto los
personajes como el narrador caigan un poco en la altisonancia, pero eso es
pasarse un poco con la levadura, y nada más.
Sucede que, a Julia, restauradora del Museo del Prado, joven
y bella (princesa y héroe a la vez), le da por buscar tres pies al gato en una
pintura flamenca, “La tabla de
Flandes”, titulada Partida de ajedrez… y los encuentra. El misterio
escondido en el cuadro (el asesinato de uno de los jugadores, nobles reales de
la época) lo revalorizaría enormemente en las subastas. Y lo que podría ser
solo un conflicto de intereses se transforma en una pesadilla cuando un
diabólico personaje que actúa en la sombra decide jugar aquella partida con
muertos reales de por medio.
La inverosimilitud a la que me refiero está en esa
perfección matemática con que se desarrolla la trama, con el malo ejecutando
sus estrategias y uno de los buenos, lumbrera del ajedrez, respondiendo. Ya
digo, nada importa esto gracias a la facultad de Pérez-Reverte de crear personajes fuertes (César, el árbitro de la
elegancia homosexual, o Muñoz, el Sherlock Holmes del ajedrez en figura de
oficinista astroso) y a su habilidad complementaria para retratar a los
estúpidos. También, ya lo dije, a su maestría para conducir la historia.
Lo de diabólico no es un decir: el jugador en la sombra es,
como Satanás, alguien a quien una herida mortal en su orgullo lleva a perderse
y a perder a otros, ejerciendo de paso un poder seductor compatible con su
refinamiento en el mal. ¿Excesivo? Novelesco.
Autor: Jesús Sanz Rioja, España.
Nº de REGISTRO: 15972
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